Yo creía que era un mito. Sí. Un mito urbano o algo de ese tipo. Ja. Tiempo antes, casi desde adolescente me pasaba que, cuando miraba alguna de esas películas
Hollywoodenses donde ella, embarazada, hacía salir corriendo a su marido por un
antojo, no les creía nada. ¡O peor! Cuando veía algo que habitualmente comían y con gusto, luego estando embarazadas salían
corriendo para vomitar. ¡Qué locura! Eso es pura porquería, pensaba yo.
Pero al parecer Hollywood ¡tenía razón! Ja. No sé si de esa forma, pero algo
de todo eso era cierto. Yo era (y soy) una persona que intenta
alimentarse sanamente. Intenta porque como cualquier ser humano, cada tanto uno
tiene ganas de comer algo prohibido y lo hago, por supuesto. Pero en líneas
generales, mi alimentación era y es, bastante sana y natural.
Sin embargo, yo estaba embarazada y ¡oh! Sorpresa: durante todo mi primer trimestre no pude resistir pasar por un Burger y comer una hamburguesa completa con fritas. ¡Yo!
¡Sí! Yo, que estoy en contra de la comida chatarra, que en una época miraba
casi despectivamente a las personas que concurrían a esos lugares. Que los veía comer saboreando esa comida, como si estuviesen en un restaurant de cinco estrellas. Y lo peor de todo es que caí en esa garra consumista y llena de
grasa. Y qué felicidad tuve al saborear cada hamburguesa y cada papa frita. Me
sentía como en una cena de gala. Como les pasaba a esos que yo miraba mal, prejuiciosamente. Mi panza, la hamburguesa y yo. Un trío de lo
mejor.
Otro antojito que apareció sin ser llamado fue el de los sandwichs de fiambre. Era cuestión de volver del trabajo y pasar por
el almacén del barrio y comprar 200 grs de paleta sanguchera, 200 de fiambrin y
200 de bondiola junto a un paquete de pan lactal. ¡Y merendaba con eso!
Tremendo y satisfactorio a la vez.
Por suerte, fue pasajero y una vez pasado el primer trimestre se terminó.
Pero allí comenzó un karma que jamás creí me sucedería a mí. El churrasco. Amo
la carne a la plancha. Soy súper carnívora y disfruto comer gran variedad de
cortes vacunos, entre otros animales disponibles. Pero ¿Que pasó?, se
preguntarán: Cada vez que sentía el aroma a un churrasco cocinándose: ¡asco! ¡Arcadas!
¡Sí! Me había convertido irónicamente, en la mujer de las películas. Si bien
nada estrambótico se me antojó y no saqué a mi marido a altas horas de la
madrugada, si me sucedieron cosas con la comida. Pero a pesar de eso, del asco
y los locos antojos, fue un momento inolvidable donde la culpa no existía y los
mimos excedían.
Autor: El blog de mamá