martes, 29 de octubre de 2013

La primera vez que lo vi...


Y entonces llegó el momento de la primera ecografía. ¡Yo estaba tan nerviosa! y por supuesto los nervios eran casi justificados. Y digo casi porque a menos que uno haga futurología, jamás se puede saber que va a pasar. Y los años me han demostrado que a veces es necesario sólo pensar en positivo y amargarse o entristecerse o enojarse cuando tenemos la certeza de que algo malo o desagradable o triste está sucediendo. Mi preocupación y anticipación se basaba en la cuestión de la edad: ya tenía 33, era mi primer embarazo, etc. Y la pregunta era: ¿quién me aseguraba que ese test positivo no fuese un falso positivo? Tenía terror de que ese útero que nunca había tenido un habitante en su vida, siguiera desértico...Y lo peor de todo era que no compartía con nadie mi temor, porque ¿quién me iba a entender? Muchos me iban a entender, eso lo sé hoy...

Esa mañana, tempranito, me levante con ansiedad. Me tomé lo que pude de agua para el estudio: lo suficiente como para no necesitar correr al baño inmediatamente, y tanto como para que no me mandasen a tomar más una vez adentro del estudio. Me acuerdo que ese día, como nunca, el lugar donde me hacía la eco estaba con poco personal en la sección de ecografías. Lo sentí como un mal presagio ¿De qué? me pregunto hoy. Entonces, algo que debía durar 5 minutos (y que yo necesitaba que así fuera por el bien de mi vejiga) duró casi una hora. Mis viejos, que nos habían acompañado como casi todo en mi vida por suerte, estaban esperándonos en una plaza. Obviamente deliraron por la tardanza y cuando llegamos ya estaban convencidos de que algo malo había pasado. Así de fatalista es mi familia y por herencia yo también, ja. A lo que, mostrándole la fotito y señalándole que ese punto gris en ese marco más gris, era su futuro nieto.

Mi marido estuvo a mi lado y se emocionó. Y yo me emocioné al verlo emocionarse. En cuanto la ecografista puso el traductor en mi panza, además de sentir que mi vejiga se desarmaba en pedacitos y me hacía pis encima, lo vi. Vi ese tubito taquicárdico que parecía más un gusanito que un bebé. Estaba ahí acunado por mí, por el latido de mi corazón. Lo bautizamos "tubito", porque así era: un tubito de milímetros pero que latía a toda potencia. Correlación a su vida intra y extrauterina: inquieto, imparable, energía por todos lados!!!! 

En ese momento estaba oficialmente embarazada y sin embargo mi preocupación no se contentaba con ese simple estudio...




Autor: El blog de mamá

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