sábado, 23 de noviembre de 2013

Invencible

Y a estas alturas ya estaba 100% embarazada. Si señores...y señoras. Las burbujas de pececitos gaseosos estaban presentes insistentemente, la panza quería asomar con lentitud, pero firme y con total decisión, y ya me despedía del primer trimestre. 

En medio de todo eso: mudanza. ¡Si! Aunque no se pueda creer, a veces todo se da junto y a pesar de que nos resistamos. Algo que veníamos planifiando tiempo atrás se concretaba en ese preciso momento. Entonces, por refacciones edilicias en la casa que habitábamos con mi esposo, tuvimos que mudarnos a otra casa durante unos cuantos meses. Ahi me di cuenta de la frase: cuando te mudás te das cuenta de todo lo que acumulas. ¡Es cierto!. Cajas y mas cajas y mas cajas que parecían no terminar....Libros, revistas, ropa que apenas usaba, zapatos nuevos y viejos, revistas, más libros y más libros. 

Afortunadamente, la casa donde nos mudábamos temporariamente estaba a solo 60 metros de distancia, por lo que casi todo fue llevado a pie. Y ahí empezó la familia: "No hagas fuerza, que estas embarazada". "Deja eso que esta pesado y te va a hacer mal". "Eso lo llevamos nosotros que estamos enteros", y bla, bla, bla. 

La realidad era que podía hacer de todo y más. No estaba lisiada obviamente...No estaba cansada para nada y eso tenía una razón de ser: habitualmente estaba trabajando en 3 lugares diferentes. Corría de acá para allá. Uno de mis trabajos era en otra ciudad y cuando llegaba, muchas veces pasaba por el centro a ver vidrieras y comprar cositas para mi bebé. Y todo eso lo hacía manejándome en micro (ocasionalmente taxi).

Entonces, llevar zapatos o libros o ropa ¡no me iba a hacer nada! Sin embargo, fui relegada a la tarea de cebar mates...

Que les digo que en esa época me sentía de forma diferente. No como te muestran todos en las pelis o novelas, donde las mujeres sufren cansancio y  sueño tanto que no pueden estar en pie. Donde ¡sufren! ¡No! ¡Para nada! En esa época tenía una energía inusitada en mi. Me sentía renovada y joven y con ganas de todo. Podía hacer todo eso y más porque la realidad es que llevaba conmigo a un ser viviente, una personita en mi panza. Y eso es privilegio femenino (perdon muchachos, pero es así: ¡un privilegio!) y lo disfrutaba y saboreaba todo lo que podía. 

Ustedes me preguntaran entonces, ¿cómo me sentía? Simplemente Invencible.




Autor: El blog de mamá

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