sábado, 21 de diciembre de 2013

Entonces, los ascos se hicieron presentes


Yo creía que era un mito. Sí. Un mito urbano o algo de ese tipo. Ja. Tiempo antes, casi desde adolescente me pasaba que, cuando miraba alguna de esas películas Hollywoodenses donde ella, embarazada, hacía salir corriendo a su marido por un antojo, no les creía nada.  ¡O peor! Cuando veía algo que habitualmente comían y con gusto, luego estando embarazadas salían corriendo para vomitar. ¡Qué locura! Eso es pura porquería, pensaba yo.



Pero al parecer Hollywood ¡tenía razón! Ja. No sé si de esa forma, pero algo de todo eso era cierto.  Yo era (y soy) una persona que intenta alimentarse sanamente. Intenta porque como cualquier ser humano, cada tanto uno tiene ganas de comer algo prohibido y lo hago, por supuesto. Pero en líneas generales, mi alimentación era y es, bastante sana y natural.

Sin embargo, yo estaba embarazada y ¡oh! Sorpresa: durante todo mi primer trimestre no pude resistir pasar por un Burger y comer una hamburguesa completa con fritas. ¡Yo! ¡Sí! Yo, que estoy en contra de la comida chatarra, que en una época miraba casi despectivamente a las personas que concurrían a esos lugares. Que los veía comer saboreando esa comida, como si estuviesen en un restaurant de cinco estrellas. Y lo peor de todo es que caí en esa garra consumista y llena de grasa. Y qué felicidad tuve al saborear cada hamburguesa y cada papa frita. Me sentía como en una cena de gala. Como les pasaba a esos que yo miraba mal, prejuiciosamente. Mi panza, la hamburguesa y yo. Un trío de lo mejor.



Otro antojito que apareció sin ser llamado fue el de los sandwichs de fiambre. Era cuestión de volver del trabajo y pasar por el almacén del barrio y comprar 200 grs de paleta sanguchera, 200 de fiambrin y 200 de bondiola junto a un paquete de pan lactal. ¡Y merendaba con eso! Tremendo y satisfactorio a la vez.



Por suerte, fue pasajero y una vez pasado el primer trimestre se terminó. Pero allí comenzó un karma que jamás creí me sucedería a mí. El churrasco. Amo la carne a la plancha. Soy súper carnívora y disfruto comer gran variedad de cortes vacunos, entre otros animales disponibles. Pero ¿Que pasó?, se preguntarán: Cada vez que sentía el aroma a un churrasco cocinándose: ¡asco! ¡Arcadas! 


¡Sí! Me había convertido irónicamente, en la mujer de las películas. Si bien nada estrambótico se me antojó y no saqué a mi marido a altas horas de la madrugada, si me sucedieron cosas con la comida. Pero a pesar de eso, del asco y los locos antojos, fue un momento inolvidable donde la culpa no existía y los mimos excedían. 





Autor: El blog de mamá

sábado, 30 de noviembre de 2013

Otra anécdota...

Y si...esta época aunque no parezca, está llena de anécdotas. Algunas alegres, otras no tanto, pero cada momento, cada día, estuvo atravazado por esto: la vida que transcurría y un ser humano que se desarrollaba en mi vientre. 

Les cuento una...
Ya finalizaba el primer trimestre y pocas personas sabían de mi embarazo. Estos pocos consistían básicamente en mi familia y unos cuantos amigos. O sea, los íntimos nada mas. En esta locura mía de no decir nada hasta no estar segura de todo, la gran mayoría de los que estaban a mi alrededor desconocían mi "estado". 

Yo trabajaba como siempre, me desesmpeñaba de la misma forma que antes, nada había cambiado para los otros. En uno de mis trabajos, (diría que en ese momento, el principal) yo cobraba mi sueldo a través de un cheque. Ese cheque debía buscarlo cada mes, en el edificio de mi empleador (no diré quienes eran mis empleadores para no dejarlos mal parados...ja) y luego, desde allí, me iba a cobrarlo al banco. 

Esa mañana fui como tantas otras veces había ido. Ya al entrar me encontré con que el ascensor no funcionaba, entonces ¡A subir tres pisos a pie! Lo hice, lenta pero decididamente. Todo sea por recibir el sueldo por mi trabajo....
Luego de ello, hice la cola correspondiente para que me den el cheque. Pero en lugar de recibir el bendito papel, me anoticiaron de que no había cheque ese día porque faltaba una firma. Cabisbaja me fui al trabajo (al que ya llegaba tarde y con las manos vacías). 

Al día siguiente mi marido en un acto de colaboración a la causa, fue a buscar lo que por derecho era mío. También hizo la cola pertinenete al caso y cuando le tocó el turno a él le dijeron que no había ningún cheque a mi nombre. Entonces, perplejo por la situación, me llamó para contarme esto y yo no entendía. ¿Por qué no habría cheque para mi? ¡Qué ilusa! ¡Realmente no entendía nada! 
Ni bien me enteré de esto, llamé a uno de los encargados y sin demasiadas vueltas me dijo: Que, ¿no te avisaron? Te dieron la baja el mes pasado...

Por eso, no todas las anécdotas son gratas....(Después les cuento una en el micro ja)



Autor: El blog de mamá

martes, 26 de noviembre de 2013

Un parentesis...

Hoy fue el día...Hoy naciste y me diste un universo de emociones, tantas que jamás hubiera creído que una persona, una sola pudiera tener tantos matices. Hoy le gritaste al mundo tu presencia. Hoy me hiciste mamá y me diste motivos: para vivir, para temer, para estar, para pensar diferente...

Hoy es tu cumple, y algún día vas a leer todo esto que escribo, que provocaste y provocas aún. No te asustes, porque todo nace de mi corazón que despertaste con tu presencia, que agrandaste una mañana de noviembre, que llenaste de sentimientos.

Feliz cumple mi ángel, ¡que sigas cumpliendo muchos pero muchos más!

Tu mamá desesperada....


sábado, 23 de noviembre de 2013

Invencible

Y a estas alturas ya estaba 100% embarazada. Si señores...y señoras. Las burbujas de pececitos gaseosos estaban presentes insistentemente, la panza quería asomar con lentitud, pero firme y con total decisión, y ya me despedía del primer trimestre. 

En medio de todo eso: mudanza. ¡Si! Aunque no se pueda creer, a veces todo se da junto y a pesar de que nos resistamos. Algo que veníamos planifiando tiempo atrás se concretaba en ese preciso momento. Entonces, por refacciones edilicias en la casa que habitábamos con mi esposo, tuvimos que mudarnos a otra casa durante unos cuantos meses. Ahi me di cuenta de la frase: cuando te mudás te das cuenta de todo lo que acumulas. ¡Es cierto!. Cajas y mas cajas y mas cajas que parecían no terminar....Libros, revistas, ropa que apenas usaba, zapatos nuevos y viejos, revistas, más libros y más libros. 

Afortunadamente, la casa donde nos mudábamos temporariamente estaba a solo 60 metros de distancia, por lo que casi todo fue llevado a pie. Y ahí empezó la familia: "No hagas fuerza, que estas embarazada". "Deja eso que esta pesado y te va a hacer mal". "Eso lo llevamos nosotros que estamos enteros", y bla, bla, bla. 

La realidad era que podía hacer de todo y más. No estaba lisiada obviamente...No estaba cansada para nada y eso tenía una razón de ser: habitualmente estaba trabajando en 3 lugares diferentes. Corría de acá para allá. Uno de mis trabajos era en otra ciudad y cuando llegaba, muchas veces pasaba por el centro a ver vidrieras y comprar cositas para mi bebé. Y todo eso lo hacía manejándome en micro (ocasionalmente taxi).

Entonces, llevar zapatos o libros o ropa ¡no me iba a hacer nada! Sin embargo, fui relegada a la tarea de cebar mates...

Que les digo que en esa época me sentía de forma diferente. No como te muestran todos en las pelis o novelas, donde las mujeres sufren cansancio y  sueño tanto que no pueden estar en pie. Donde ¡sufren! ¡No! ¡Para nada! En esa época tenía una energía inusitada en mi. Me sentía renovada y joven y con ganas de todo. Podía hacer todo eso y más porque la realidad es que llevaba conmigo a un ser viviente, una personita en mi panza. Y eso es privilegio femenino (perdon muchachos, pero es así: ¡un privilegio!) y lo disfrutaba y saboreaba todo lo que podía. 

Ustedes me preguntaran entonces, ¿cómo me sentía? Simplemente Invencible.




Autor: El blog de mamá

viernes, 22 de noviembre de 2013

Y llegaron las burbujas....

Si me pongo a pensar con detenimiento, no recuerdo exactamente cuando sentí por primera vez a mi bebé moverse. Obviamente, al inicio la ansiedad hacía que pasara largo rato intentando sentir cada parte de mi cuerpo para ver si algo era diferente....pero nada. Era como un silencio abdominal y uterino, una negación de la naturaleza hacia mi persona. ¿Me estaba convirtiendo en una madre insensible ya desde la concepción? Así parecía ser. 

Al pasar los días, inclusive las semanas, comencé a indagar con madres experimentadas (no como yo, obviamente) acerca de cómo se sentiría a mis cortas 14 o 15 semanas el movimiento de un bebé. Realicé una especie de sondeo, casi una encuesta a varias mujeres conocedoras del tema y la explicación más frecuente, aunque para mi gusto descabellada, fue la de "Se siente como burbujitas de pescaditos". 

¿Qué?, dije yo. ¿Y cómo se supone que iba a saber la forma en que se sienten las burbujas de los pescados? Era una extraña comparación sobre todo por las diferencias entre humanos y peces ja. Y además, pensando en mi inexperiencia maternal...
La cuestión era que ni siquiera tenía panza y yo pretendía sentir cada extremidad de mi hijo moverse y por supuesto no iba a ser asi. 

Sin embargo, un día lo sentí. Fue algo extraño, casi indescriptible, porque en realidad esperaba algo totalmente diferente, algo más contundente si se quiere, pero no. Y un día me di cuenta de que se trataba de mi bebé. En realidad fueron varios días despues. Allí estaba haciéndose notar y yo me emocioné hasta las raíces de mis pelos porque significaba mucho, significaba que estaba allí presente, que era verdad que ocupaba su nido, mi utero cálido que lo acunaba.

Recuerdo que una amiga, que aún no era mamá, me preguntó como se sentía el movimiento de mi bebé en ese tiempo de embarazo precoz y yo que, para nada me parecía burbujas de pescaditos, le dije: 
"¡Como un gas que se va de un lado para otro!" y ella se rió en mi cara.

Y así fue, al principio paracía un gas que revoloteaba por mi bajo vientre y cuando menos me lo esperé, una patada...Pero eso quedará para más adelante. 



Autor: El blog de mamá

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Y llegaron las doce semanas....

Ya estaba pasando la semana diez y yo estaba preocupada. El mundo me preocupaba, la vida me angustiaba, el universo no me contestaba ja. Necesitaba saber imperiosamente que mi bebé estaba bien, que todas sus partes se encontraban donde debían estar, que seguía allí adentro, etc. Creo que la preocupación era peor que afrontar la realidad: que sea lo que fuese, habia un ser que crecía dentro mío. 

En mi desesperación, había decidido (junto a mi esposo) que haríamos una eco (la de las doce semanas) pasa saber que todo estaba bien. Esa vez, me acompañó mi mamá y yo me encontraba realmente nerviosa. No sabía cuánto se podía ver o qué evaluaba realmente esa ecografía tan especial. 
Unos días antes, además, me había sacado sangre para medir ciertas cosas que se alteran en ciertos casos y desgraciadamente, ese día y a esa hora me faltaba el tan preciado resultado. Al llegar al lugar donde me hacía la ecografía obviamente lo primero que me pidieron fue ese estudio y yo desesperé porque aún no lo tenía. Mi papá, que se agitó mas que yo, salió corriendo (en realidad en el auto, ja) al laboratorio que quedaba en la otra punta de la ciudad, para tener esos benditos resultados. 

Mientras esto sucedía, mi mamá y yo entramos a ver a "la eminencia" en este tipo de estudios...el hombre, que entró en pantuflas y despeinado (SI! en pantuflas!) puso el gel helado en mi panza (inexistente obvio) sin que le importase la brusquedad o mis ganas de hacer pis y comenzó a trabajar en silencio...y más silencio...y más silencio. 

En cierto momento, y viendo que las palabras no saldrían de su boca facilmente, le pregunté con angustia en mi voz: "Está todo bien?". A lo que, luego de un silencio eterno para mi, contestó "Si...es un feto como cualquier otro, normal". yo me quedé pasmada. "Como cualquier otro!"
NO!!!!!! No era como cualquier otro...¡era mío! Era mi bebé, no un feto como cualquier otro. Pero bueno, lo más importante en ese momento fue escuchar: "Todo está en orden. ¿Te lo grabo en CD?"

Salimos de esa experiencia y mi papá ya estaba con los resultados en la sala de espera, por lo que la secretaria me hizo un librito lleno de datos con las fotos ininteligibles de la eco y lo más importante, el video. Y así fue que esa mañana salí con el primer video de mi hijito sanito, con sus veinte dedos, su cerebro en el lugar que correspondía, su corazon perfecto, sus riñoncitos y vejiga funcionando y lo más importante: sabiendo que era absolutamente unico y mío...



Autor: El blog de mamá

viernes, 1 de noviembre de 2013

Y siempre hay una anecdota....


Estaría en la semana nueve o diez como mucho. Salvo los más íntimos, nadie más sabía que estaba embarazada. ¡Embarazada! Creo que en ese entonces ni siquiera lo decía en voz alta. Era como mucho, muy real....En fin estaba en el trabajo y ya me iba. 

En esa época mi vejiga se llenaba demasiado y me apretaba la panza más que nunca. Aunque en realidad ¡no sabía que era lo que significaba que una panza te apretara la vejiga! Pero bueno, por las hormonas me hacía pis a cada rato, entonces como desde el trabajo a casa había mucha distancia, siempre (desde antes del embarazo y más aún después) pasaba por el baño antes de salir del trabajo para que no me sorprendiese en el camino. 


Una vez que salí del baño, comencé a bajar por las escaleras uno a uno los pisos. Eran unos trece. Y se preguntarán ¿Por qué no usaba el ascensor? Bueno, en ese piso donde yo trabajaba, esperar el ascensor era casi imposible. Uno podía esperarlo allí por horas y siempre, pero siempre estaba lleno. Entonces, comencé a bajar a pie. Era joven y estaba en buen estado jaja. 


Llegué al piso doce y todo estaba bien. Seguí bajando entusiastamente. El piso once, todo bien. Lo mismo en el diez. Pero cuando llegué al piso nueve sentí un pequeño dolor en la panza como cuando una está por menstruar y algo tibio, como si me hubiera hecho pis. Me petrifiqué porque tan solo cinco minutos antes había estado en el baño y mi vejiga estaba absolutamente vacía. 



Cómo estaría mi cerebro de perturbado que en lugar de volver al baño seguí bajando despacito, lentamente, escalón por escalón, hasta la planta baja y preocupada, triste, apesadumbrada emprendí el retorno a casa. Estaba convencida de que acababa de perder a mi hijito en esa bajada de escalera. Era claro: no podía tener tanta suerte. Porque la realidad era que cuando intenté embarazarme, casi instantáneamente lo logré, mi embarazo por más corto que fuese iba bien, sin síntomas molestos, sin náuseas matutinas ni vómitos molestos y mi primer eco estaba perfecta. Era demasiada suerte para alguien como yo. Entonces, ¿para qué corroborar algo que el destino me estaba diciendo a gritos que así sería? ¡Era obvio que había agotado mi buena suerte!



Dos horas y media de autocompasión hasta llegar a casa. Dos horas y media de cuestionar mi femineidad trunca, mi maternidad interrumpida. Dos horas y media y llegué a casa. Una vez que entré, fui directamente al baño casi sin saludar a mi marido y lloré...lloré por lo tonta que había sido. Lloré porque ¡todo estaba en su lugar! por supuesto que era de esa manera, por supuesto que así no se sentía perder un bebé. Pero esa tarde una vez más tranquila y repuesta, abracé mi vientre por primera vez....




Autor: El blog de mamá


martes, 29 de octubre de 2013

La primera vez que lo vi...


Y entonces llegó el momento de la primera ecografía. ¡Yo estaba tan nerviosa! y por supuesto los nervios eran casi justificados. Y digo casi porque a menos que uno haga futurología, jamás se puede saber que va a pasar. Y los años me han demostrado que a veces es necesario sólo pensar en positivo y amargarse o entristecerse o enojarse cuando tenemos la certeza de que algo malo o desagradable o triste está sucediendo. Mi preocupación y anticipación se basaba en la cuestión de la edad: ya tenía 33, era mi primer embarazo, etc. Y la pregunta era: ¿quién me aseguraba que ese test positivo no fuese un falso positivo? Tenía terror de que ese útero que nunca había tenido un habitante en su vida, siguiera desértico...Y lo peor de todo era que no compartía con nadie mi temor, porque ¿quién me iba a entender? Muchos me iban a entender, eso lo sé hoy...

Esa mañana, tempranito, me levante con ansiedad. Me tomé lo que pude de agua para el estudio: lo suficiente como para no necesitar correr al baño inmediatamente, y tanto como para que no me mandasen a tomar más una vez adentro del estudio. Me acuerdo que ese día, como nunca, el lugar donde me hacía la eco estaba con poco personal en la sección de ecografías. Lo sentí como un mal presagio ¿De qué? me pregunto hoy. Entonces, algo que debía durar 5 minutos (y que yo necesitaba que así fuera por el bien de mi vejiga) duró casi una hora. Mis viejos, que nos habían acompañado como casi todo en mi vida por suerte, estaban esperándonos en una plaza. Obviamente deliraron por la tardanza y cuando llegamos ya estaban convencidos de que algo malo había pasado. Así de fatalista es mi familia y por herencia yo también, ja. A lo que, mostrándole la fotito y señalándole que ese punto gris en ese marco más gris, era su futuro nieto.

Mi marido estuvo a mi lado y se emocionó. Y yo me emocioné al verlo emocionarse. En cuanto la ecografista puso el traductor en mi panza, además de sentir que mi vejiga se desarmaba en pedacitos y me hacía pis encima, lo vi. Vi ese tubito taquicárdico que parecía más un gusanito que un bebé. Estaba ahí acunado por mí, por el latido de mi corazón. Lo bautizamos "tubito", porque así era: un tubito de milímetros pero que latía a toda potencia. Correlación a su vida intra y extrauterina: inquieto, imparable, energía por todos lados!!!! 

En ese momento estaba oficialmente embarazada y sin embargo mi preocupación no se contentaba con ese simple estudio...




Autor: El blog de mamá

sábado, 26 de octubre de 2013

Esperar, esperar, esperar: el test positivo

Cuando era adolescente, inclusive en los primeros años de mi juventud, presagiaba que iba a morir soltera y sin hijos. ¡Ja! Nada más lejos de la realidad. A mis treinta, el gusanito de la maternidad vino a mi sin que nadie lo invitase y por supuesto, me puse pesada con eso. Yo me puse pesada. Cada mitad de mes las hormonas se alborotaban y me hacían pensar en panzas abultadas y bebitos bellos y con linda fragancia. Si sos madre, sabes tanto como yo que eso es una mínimima, muy pequeña parte de la realidad que constituye la maternidad. Esa es la que nos cuentan. La maternidad rosa.Ya hablaré más adelante de este temita...

En fin. Mi pareja, que no estaba tan convencido como yo, aguantó lo mas que pudo. Hubo resistencia, discusiones, pros y contras y mucha angustia de mi parte, lágrimas, ansiedad, etc, etc, etc. Fueron tres años de espera y de amenazas de que mis ovarios iban a a dejar de funcionar en breve. ¡Mentira! Funcionaban re bien. Pero siempre está la sociedad y sus mandatos y la familia y sus presiones: "Hay que ser madre antes de los treinta y cinco". Y hasta me atrevería a decir que antes de los treinta. Esto me recuerda mi vida de universidad y mis padres: estudiá y no te embaraces que si no se arruina tu vida. ¡Otra mentira! Por supuesto que se que lo hacían con amor, pero era una total mentira ja!. Luego de recibirme ya querian ser abuelos. ¿Y si se ponen de acuerdo? ¿Qué cambia con 25 o 26 años? ¿El título? Como si con eso magicamente uno tuviese trabajo, pareja y casa y listo: ¡un hijo! Nada más lejos de la realidad, al menos de la mía.

Luego de todo esto, a mis treinta y tres años, ambos decidimos embarazarnos. No voy a decir como fue, pero si que dio resultado.
Aún recuerdo el dia que me hice un evatest para confirmar lo que ya sabía. Se preguntarán ¿Cómo que lo sabía? Si. Y lo sabía porque una mañana en la que estaba en el baño de mi trabajo, algo dentro mio me dijo que así sería. No pregunten, fue asi. Sabía que ya estaba embarazada, que esperaba a mi bebé. Por lo tanto, cuando tuve el test positivo en mi mano, no me sorprendió. Aunque algo se hizo terriblemente real: Iba a ser mamá. En ese instante, me agarró pánico.